¿Me estoy perdiendo algo?. Admitámoslo: la Música es un arte abstracto.
Reconocer animales en el Carnaval de Saint-Säens, o una escena pastoral en la Sexta de Beethoven, es un ejercicio de imaginación tan cuestionable como cualquier explicación metafísica que un artista de vanguardia pueda hacer de una de sus instalaciones. Por muy bien articuladas que estén sus disquisiciones, un círculo de bombillas de cien vatios que se encienden y se apagan cada dos segundos no es necesariamente una llamada de socorro del planeta Tierra. ¿O sí?